La caída por lo general es dura y duele, cuanto más bajo caigas mas te va a doler, porque es sabido que en los escalones inferiores suelen quedar los vidrios rotos que el pasado dejó de adorno.
A esa caída solemos llamarla “Fracaso”, nunca supe de donde viene esa palabra, pero la puse en práctica unas cuantas veces, entre ellas hoy.
La verdad soy de fracasar bastante. Es más, me suelo sentir un fracaso, un fiasco: llámalo como quieras. Eso antes me dolía en el alma, sentir que no hacía una bien, que a lo único que llegaba en esa escalera era al suelo. Me sentía vacía de logros, pero ¿Sabés qué? terminé sintiéndome llena de experiencia.
Sí, hoy aprendí algo muy valioso: no sirve de nada tenerle miedo al fracaso. No está de más decir que muchas veces por aquel temor nos perdemos de cosas que después nos arrepentimos de no haber hecho, pero acá lo importante, y al punto que quiero llegar, es que fracasando crecemos, fracasando aprendemos a ser personas.
Hay que mantener la frente en alto, sin escuchar los comentarios absurdos de la gente y los que hasta a veces nosotros mismos nos hacemos en nuestra mente.
Hay que seguir adelante, subiendo los escalones que podamos subir, sin mirar hacia abajo preocupados por cual será la próxima caída.
Porque caídas vamos a tener muchas, pero lo importante es aprender de ellas, que así, al último escalón vamos a llegar bien, seguros de nosotros mismos. Lo traspasaremos y dejaremos alguna marca en la escalera. No se como va a quedar la mía, pero mi deseo mas grande es que los vidrios se transformaran en un solo espejo que muestre todo sobre mi vida: los lugares que visite, las personas que conocí y quise, las películas que mire, los trabajos que realice, mis penas, mis alegrías y mis fracasos que hoy con tanto orgullo llevo en mi corazón.
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